Olvidos, distracciones y mayor dificultad para afrontar compromisos pueden ser causados por el trastorno que habitualmente solo se diagnostica en la infancia o la adolescencia. Se estima que más de la mitad de los niños diagnosticados con TDAH durante la infancia continuarán enfrentando los problemas de este trastorno en la edad adulta.

Niños y niñas muy inquietos, que en el aula se levantan constantemente de la silla y no logran concentrarse en lo que dice la maestra, hoy en día pueden ser diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Hace 35 años, sin embargo, padres y profesores consideraban esto como parte del carácter propio de la infancia, convencidos de que era normal que de vez en cuando hubiera algunos niños más movidos. Marta era uno de ellos. “Sobre todo, los deberes eran un martirio para mí. Me costaba mucho empezar y, cuando lo lograba, tardaba una eternidad en terminarlos”, recuerda. Los adultos simplemente la etiquetaban como una niña inquieta, distraída y que solo quería jugar.
Ahora, con 43 años, harta de tener que anotar todo para no olvidarlo y de que su entorno empiece a notar sus lapsos —“porque no presto atención a lo que me dicen, algo que atribuía a tener siempre muchas cosas en la cabeza”—, decidió consultar a un psicólogo para entender qué le ocurría.
El resultado fue claro. Una primera prueba y el relato de sus principales dificultades en el día a día, en el trabajo y en casa, confirmaron el diagnóstico de TDAH. Este trastorno es poco diagnosticado en adultos, quienes, al no recibir tratamiento, enfrentan una serie de complicaciones que atribuyen a una mala organización o a la pereza. Según la psicóloga clínica Connie Capdevila, “las consecuencias de no recibir el tratamiento adecuado pueden incluir la incapacidad de mantener relaciones de pareja saludables y, en algunos casos, la frustración por no alcanzar ciertos objetivos puede derivar en ansiedad y depresión”.
Si es difícil priorizar tareas diarias, entregar trabajos a tiempo, llegar puntual a citas o incluso recordar compromisos, y estos problemas no se limitan a una etapa complicada por circunstancias externas, sino que persisten en el tiempo, podría tratarse de TDAH.
Actualmente se estima que el TDAH afecta al 5% de la población infantil en Cataluña. Según la Federación Catalana de Asociaciones de Familiares y Afectados de TDAH (FCAFATDAH), más del 80% de los niños con TDAH seguirán presentando problemas en la adolescencia, y entre el 30% y el 65% en la edad adulta. Otras fuentes señalan que entre un 4% y un 5% de los adultos en la población general están afectados.
Atención, hiperactividad e impulsividad son los tres grupos de síntomas asociados con este trastorno, que causan dificultades en el día a día de las personas afectadas. Cambios en el estado de ánimo, baja tolerancia a la frustración y problemas para mantener el orden en casa o en el trabajo son algunos de los obstáculos derivados del TDAH. Según la persona, las dificultades pueden manifestarse más en tareas domésticas, en la relación de pareja, en interacciones sociales o en el ámbito laboral.
La Fundación ADANA, creada hace 25 años para apoyar a personas con TDAH y sus familias, amplió su misión a los trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH, el TEA (trastornos del espectro autista) y otros problemas de aprendizaje y conducta. Reconocen que el TDAH persiste en muchos casos en la adultez y, particularmente, que las mujeres suelen ser diagnosticadas tardíamente.
Los especialistas de la Fundación ADANA señalan que el TDAH en adultos se manifiesta de forma diferente. “La hiperactividad es menos visible y se transforma en inquietud interna o en una búsqueda constante de actividad o emociones. Los problemas de atención persisten y generan dificultades para realizar tareas, gestionar el tiempo o ser organizados. La impulsividad también suele mantenerse, ocasionando problemas en la vida familiar, social o laboral”, explican. Además, es común observar cambios laborales frecuentes, rupturas sentimentales y conductas de riesgo.
El factor genético
Según Neus Marí, directora terapéutica de la Unidad de Neurodesarrollo de la Clínica Corachan e Instituto Synaptia, “el TDAH es un trastorno multifactorial con base neurobiológica y predisposición genética que interactúa con factores ambientales”. Investigaciones indican que la herencia es el factor más determinante. Según el Canal Salut de la Generalitat de Cataluña, los padres y hermanos de un niño con TDAH tienen entre cuatro y cinco veces más probabilidades de padecer el trastorno.
El TDAH se considera un trastorno crónico, pero sus síntomas pueden mejorar significativamente con un tratamiento adecuado que combine medicación y psicoterapia. Los criterios para diagnosticarlo incluyen haber tenido dificultades desde la infancia, que no sean atribuibles a otros trastornos (como depresión o ansiedad) y que los síntomas afecten significativamente la vida diaria.
La Fundación CADAH enfatiza la importancia de una evaluación integral en adultos con síntomas de TDAH. Esto incluye una historia clínica completa, cuestionarios de síntomas y una evaluación de posibles trastornos comórbidos.
Finalmente, Connie Capdevila destaca que muchas veces el diagnóstico en adultos se complica porque los síntomas pueden confundirse con otros trastornos o porque existe una alta coexistencia con ansiedad, depresión e insomnio, además de frecuentes abusos de sustancias como forma de automedicación. Sin embargo, un diagnóstico preciso y el tratamiento adecuado pueden mejorar enormemente la calidad de vida de las personas con TDAH.
Olvidos, distracciones y más dificultad ante compromisos pueden ser causados por el trastorno que habitualmente solo se diagnostica en la infancia o la adolescencia. Se calcula que más de la mitad de los niños diagnosticados con TDAH de pequeños seguirán sufriendo los problemas de esta alteración en la edad adulta.
Niños y niñas muy inquietos, que en el aula se levantan constantemente de la silla y que no llegan a concentrarse en lo que dice la maestra, hoy en día pueden acabar siendo diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Hace 35 años, sin embargo, padres y profesores consideraban todo esto como parte del carácter propio del niño, convencidos de que era normal que de vez en cuando hubiera algunos más movidos. Marta lo era. «Sobre todo los deberes eran un martirio para mí, me costaba mucho ponerme y, cuando lo conseguía, tardaba una eternidad en acabarlos», recuerda. Los adultos la calificaban, sencillamente, de niña inquieta, distraída, que solo quería jugar.
Ahora, con 43 años, harta de tener que anotar todo lo que tiene que hacer para no olvidarlo, y de que a su alrededor mucha gente haya empezado a notar sus lapsus, «porque no presto atención a lo que me dicen, que yo creía que era porque siempre tengo un cúmulo grande de cosas en la cabeza», explica, tomó la determinación de consultar con un psicólogo.
Ha sido un alivio. Un primer test y el relato de las principales dificultades en su día a día, en el trabajo y en casa, fueron confirmando el diagnóstico de TDAH. Este trastorno es muy poco diagnosticado en personas adultas que, por tanto, no son tratadas y cargan con una serie de complicaciones que consideran que son fruto de una mala organización o pereza. Según explica la psicóloga clínica Connie Capdevila, «las consecuencias de no recibir el tratamiento adecuado pueden llevar a no poder mantener relaciones de pareja sanas y, en algunos casos, la frustración por todo lo que no se consigue puede derivar en estados de ansiedad y depresión».
Si cuesta mucho priorizar las tareas diarias, entregar trabajos a tiempo, se llega tarde a las citas o incluso se olvida haber quedado con alguien, y no se trata solo de una etapa difícil por circunstancias concretas ajenas a la persona, sino que se prolonga en el tiempo, puede ser causado por el TDAH.
Actualmente se calcula que el TDAH afecta al 5% de la población infantil en Cataluña y, tal como informan desde la Federación Catalana de Asociaciones de Familiares y Afectados de TDAH (FCAFATDAH), se estima que más del 80% de los niños (del 5% de afectados) seguirán presentando problemas en la adolescencia, y entre el 30-65%, en la edad adulta. Otras fuentes hablan de entre un 4 y un 5% de afectados adultos en la población general.
Atención, hiperactividad e impulsividad son los tres grupos de síntomas vinculados a este trastorno y que son la causa de las dificultades con las que convive en su día a día la persona afectada. Cambios en el estado de ánimo, baja tolerancia a la frustración y dificultad para mantener orden en casa y en el trabajo son parte de los obstáculos que pueden derivarse del TDAH, en mayor o menor medida. Dependiendo de cada persona, las dificultades pueden afectar, de forma más o menos grave, y pueden mostrarse más en el ámbito de las tareas domésticas, en la pareja -si es que se logra consolidar una relación-, en las relaciones sociales o en el trabajo.
La Fundación ADANA nació hace 25 años para acompañar a personas con TDAH y a sus familias a mejorar su calidad de vida, y más tarde amplió esta misión a los trastornos del neurodesarrollo (TDAH, TEA -trastornos del espectro autista-, trastornos del aprendizaje y de la conducta). Psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, maestros y pedagogos forman parte de su equipo de profesionales. Tienen también muy presente que el TDAH persiste en gran medida en la edad adulta, y en concreto en el caso de las mujeres, muchas afectadas por TDAH son diagnosticadas ya de mayores.
Los especialistas en TDAH de la Fundación ADANA establecen las principales diferencias del TDAH en adultos. Dicen que «la hiperactividad se hace menos visible y se transforma en una inquietud más interna y en una búsqueda constante de actividad o emoción. Los problemas de atención son probablemente los que más persisten; esto conlleva dificultades para realizar tareas, gestionar el tiempo o ser organizados y consistentes. Las manifestaciones de impulsividad se mantienen en la mayoría de los casos, lo que genera problemas en la vida familiar, social o laboral. Se observa en los adultos una mayor frecuencia de cambios laborales precipitados y constantes, rupturas sentimentales o conductas de riesgo, entre otras situaciones».
Factor genético
«El TDAH es un trastorno cuyas causas se desconocen, aunque la evidencia científica parece indicar que se trata de un trastorno multifactorial con una base neurobiológica y predisposición genética que interactúa con factores ambientales», explica Neus Marí, directora terapéutica de la Unidad de Neurodesarrollo de Clínica Corachan y del Instituto de Neurociencias Synaptia.
La investigación ha evidenciado, de hecho, un componente genético importante en los progenitores de quienes padecen el trastorno de TDAH. De hecho, y según se detalla en el Canal Salut de la Generalitat de Cataluña, “la herencia es probablemente el componente que más contribuye a la aparición del trastorno. Las investigaciones muestran que los padres y hermanos de un niño afectado por TDAH tienen de cuatro a cinco veces más probabilidades de tener el trastorno que los de un niño que no esté afectado”.
La misma fuente indica que “los estudios científicos han identificado algunas diferencias entre el cerebro de las personas con TDAH y el de aquellas que no lo tienen. En los cerebros afectados se ha observado un menor tamaño de las áreas donde se localiza el trastorno, un retraso en la maduración (de dos a tres años de media) y una producción insuficiente de dos sustancias químicas (dopamina y noradrenalina), encargadas de producir una comunicación correcta entre las neuronas”. Otros factores que se citan como posibles precursores del TDAH son: “la prematuridad, el bajo peso al nacer, lesiones cerebrales durante el parto o el consumo de tabaco, alcohol u otras drogas durante el embarazo”.
El TDAH se considera un trastorno crónico, pero muchos de sus síntomas pueden superarse con un buen tratamiento, que mejorará la calidad de vida gracias a una combinación de medicación y psicoterapia. Dado que muchos de los síntomas que se tienen en cuenta a la hora de diagnosticar el TDAH en adultos también pueden presentarse en personas que no padecen este trastorno, los especialistas han establecido criterios para determinar si se trata o no de TDAH. Estos criterios acordados son: que las dificultades se hayan tenido ya en la infancia, aunque no se haya diagnosticado antes; que estos problemas no respondan a otro trastorno, como la depresión, la ansiedad o algún otro; y que los síntomas afecten la vida cotidiana de manera significativa, por ejemplo, no rendir en el trabajo o tener dificultades en las relaciones de pareja.
Desde la Fundación CADAH consideran que la evaluación de los adultos con síntomas de TDAH requiere integrar todos los datos clínicos disponibles para llegar al diagnóstico. Un protocolo estandarizado debería incluir una historia clínica completa del paciente, cuestionarios autoadministrados de síntomas, rendimiento neuropsicológico y evaluación de comorbilidad psicopatológica.
Según indica Neus Marí, profesional de la Clínica Corachan y del Instituto Synaptia, si se sospecha de un TDAH en una persona adulta, “es importante una buena anamnesis —la recogida de información que realiza el profesional sanitario interrogando al paciente—, tanto sobre los antecedentes como sobre el desarrollo biográfico, para entender el inicio y evolución de los síntomas”. Pero Marí puntualiza “la importancia de detectar si las dificultades de atención, tanto para fijarla como, sobre todo, para mantenerla (déficit de atención), el exceso de actividad motora (hiperactividad), y el escaso control de los impulsos verbales y/o motores (impulsividad) afectan la funcionalidad y el rendimiento de la persona en su día a día”.
Aunque no existe un test para diagnosticar el TDAH, algunas respuestas sobre el desarrollo en la vida diaria ayudan a situar a la persona más cerca o más lejos de la posibilidad de que sus dificultades estén vinculadas a este trastorno. La psicoterapeuta Connie Capdevila propone un cuestionario para aproximarse a este diagnóstico. Doctora en psicología, la tesis de esta psicoterapeuta versa sobre los fenotipos neuropsicológicos del TDAH.
En consulta, profesionales de la psicología como ella toman nota de todo aquello que puede representar una dificultad en la vida cotidiana, en casa, en el trabajo o en las relaciones más íntimas o familiares y sociales que podrían ser causa del TDAH. En una entrevista se revisan obstáculos, aquello que más cuesta, a lo largo de la trayectoria vital de la persona, desde la infancia, y que, sin que nadie haya sido consciente, podrían estar vinculados al TDAH.
En el mismo proceso se recogen también las soluciones aportadas por la misma persona para afrontar los diferentes problemas, acciones o prácticas que ha implementado o utiliza para compensar la dificultad. Un mecanismo compensatorio muy habitual es delegar ciertas tareas a personas del entorno. Y son precisamente estos mecanismos compensatorios una parte de la dificultad de detectar el TDAH en personas adultas.
Otros motivos que hacen que el diagnóstico sea más complicado en la edad adulta son, según explica Connie Capdevila, “porque a menudo se confunden los síntomas del TDAH con los de otros diagnósticos y porque hay mucha coexistencia de otros trastornos (comorbilidad) en personas con TDAH, como los trastornos de ansiedad o depresión. También el insomnio, y mucho abuso de sustancias, porque la gente se automedica, especialmente con marihuana y otras sustancias para la impulsividad”.
El Trastorno de la Actividad y la Atención fue incorporado en 1993 a la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) como una entidad clínica dentro de los Trastornos del Comportamiento y de las Emociones de inicio en la infancia y la adolescencia, en el subgrupo de Trastornos Hipercinéticos por la Organización Mundial de la Salud. Y en el año 2000, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) reconocía ya el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad e Impulsividad, con la identificación de tres subtipos: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado.